viernes, 1 de octubre de 2010

Relaciones de dependencia

¿Cuáles son los signos de una relación destructiva en comparación con los de una relación sana?

El principal signo es la pérdida de control sobre la relación. La sensación de ser arrastrados en lugar de ser nosotros los que “creamos” y dirigimos esa relación. Eso nos impide tomar las riendas y construir la relación que nos gustaría. Otro signo es la asimetría de la relación, uno es el que dirige y el otro es el dependiente.

Otro signo habitual que debería ponernos alerta es el sentirnos absorbid@s por esa relación o esa persona. De alguna manera es como si nos separáramos de nosotros mism@s y proyectásemos en la relación y en la otra persona todos aquellos vacíos que sentimos en nosotr@s mism@s. De esta forma atribuimos al otro cualidades que nos faltan, lo idealizamos. En realidad, nos enamoramos de una idea en lugar de una persona, eso es un error y puede ser muy peligroso. Además está condenado a la decepción porque esa idealización no puede mantenerse eternamente ya que no es real.

Celos, obsesión, posesión, ¿es habitual confundirlos con amor? ¿Por qué?

Creo que viene de una serie de tópicos, una mitología creada por las novelas, el cine y la televisión además de por una herencia cultural. Nuestra cultura nos dice que los celos son un signo de amor cuando en realidad son la manifestación de una inseguridad personal.

Nos da miedo que nuestra pareja se enamore de otra persona porque pensamos que no somos suficientemente atractivas para ella o porque quizás, nosotr@s mism@s no estamos tan convencid@s de nuestro amor y proyectamos esa inseguridad en él/ella. Es decir, yo mismo no estoy seguro de cómo reaccionaría si tuviera una oportunidad de ser infiel a mi pareja y por eso me da miedo que a ella le pase lo mismo.

De ahí vienen los celos, la posesión y la obsesión. Por ejemplo, la obsesión ocurre cuando dejo de vivir mi vida y me hago totalmente dependiente de la otra persona. Vivo a través de él y entonces dejo de tener el control de mi vida. Es una cuestión de seguridad y, como decía antes, de proyectar en el otro una imagen idealizada.

¿Qué consecuencias puede tener para ti una relación así?

Ya he señalado antes que la principal característica es la pérdida de control sobre mi propia vida. Dependencia, idealización, pérdida de autoestima, dejar de lado a las amistades y a la familia...La pareja se convierte en el centro y en lo único importante de mi vida, es como una ceguera que solo nos permite ver a nuestro al objeto de nuestra obsesión. Eso no es bueno, ya que depositamos el peso de nuestra vida en un solo pilar, en una sola persona.

¿Cuáles son los motivos más frecuentes que hacen que una pareja perpetúe este tipo de relación?

En el caso de la persona dependiente los motivos serían: a inseguridad personal, la falta de confianza en nuestra valía y en nuestros recursos. Es un proceso autodestructivo en el que nos situamos en un plano de inferioridad con la otra persona. Nos sentimos que no somos nada sin él, que él es perfecto y nosotras somos poca cosa en comparación, que dónde vamos a encontrara a alguien mejor, etc.

En el caso de la persona dominante en la relación, las causas suelen ser el sentimiento de inferioridad compensado con un alto grado de narcisismo.

¿Es una forma de no avanzar hacia nuevos niveles de intimidad y de compromiso en la pareja?

Desde luego, una pareja de estas características no puede crecer como tal ya que no hay libertad para elegir y experimentar. Para decidir de una manera responsable lo que queremos. Nos convertimos en víctimas de una manipulación psicológica y emocional que no nos permite ver las cosas de una manera objetiva.

También hay que tener en cuenta, que en estas relaciones uno de los miembros se coloca en un plano de inferioridad respecto al otro y no es posible crecer y construir juntos desde la desigualdad. Para crecer los dos tienen que aportar, proponer y tener igualdad de reconocimiento en la pareja. Los dos deben sentirse personas digas y capaces y estar dispuestos a arriesgarse en la relación. En definitiva, se necesita libertad, respeto, compromiso y entrega por las dos partes.

Cómo identificar si tu relación es destructiva. “Síntomas” de que la relación en la que estás no es sana para ti.

Aparcar tus aficiones, descuidar tus amistades, tu familia, no ser capaz de disfrutar si no es en compañía de él, anteponer las necesidades de él siempre a las tuyas propias hasta el punto de negarlas, dejar de hacer cosas por ti misma y hacerlo todo en función de él, renunciar cada vez a más cosas que te proporcionan bienestar y que te definen como persona.

O, en el caso contrario, si notas que impones siempre tus criterios, manipulas las situaciones y sentimientos del otro, tu pareja no se expresa libremente, etc.

¿Puede tener una persona tendencia a establecer este tipo de relaciones (de forma parecida en otros aspectos de su vida: familia, amigos, trabajo…? ¿Por qué? ¿Cómo puede romper dicho mecanismo?

Creo que si existe un patrón general de conducta en éste tipo de personas caracterizado por una infravaloración de las propias cualidades y capacidades, concediéndole a los demás y a las necesidades de éstos un valor superior a las propias. Esto puede provenir de los modelos que hemos observado y aprendido en nuestra propia familia y de lo que nos enseña la cultura heredada por películas, libros, televisión, etc.

Para romper éste mecanismo es necesario en primer lugar ser muy conscientes de nosotr@s mism@s, de quiénes somos, de lo que queremos, lo que valemos, lo que nos gusta y lo que no nos gusta, de lo que sentimos y no hacer cosas que vayan en nuestra contra.

Cuando sentimos que hemos perdido el control y que no somos capaces de modificar por nosotros mismos la situación, lo mejor es acudir a un profesional y trabajar estos temas en terapia para llevar un proceso de autoconocimiento, desbloqueo y crecimiento hacia patrones más sanos.
En el caso de las personas dominantes en la relación, es mucho más difícil que acudan a terapia o intenten cambiar su comportamiento porque son la parte beneficiada de la relación, así que no tienen la necesidad de hacerlo.

jueves, 26 de agosto de 2010

¿Qué Es La Inteligencia Emocional?


Podría resumirse en la siguiente afirmación: es el tipo de inteligencia que nos permite desarrollar nuestra vida de la manera más feliz posible.
Enfocando la respuesta de esta manera supongo que nadie discrepará conmigo si afirmo que la inteligencia emocional es la más importante de todas las inteligencias ya que determina el grado de satisfacción con nosotros mismos y con lo que nos rodea. ¿Acaso hay algo más importante que el sentirse a gusto con uno mismo y con los demás y saber afrontar las distintas situaciones de la vida con optimismo y sensatez?
En este sentido, el psicólogo americano Howard Gardner diferencia hasta ocho tipos de inteligencia: la lógico-matemática, la lingüístico-verbal, la espacial, la corporal-cinestésica, la musical, la naturalista, la intrapersonal y la interpersonal. De todas ellas, las dos privilegiadas por los sistemas educativos tradicionales han sido las dos primeras, sin embargo la teoría de Gardner define la inteligencia como el potencial de una persona para dar respuestas adecuadas en una cultura concreta. Es decir, el individuo interactúa con el entorno y debe resolver los problemas que éste le plantea. Por ello, para él no hay una inteligencia que sea superior o más importante que las demás puesto que tan importante o más que el resolver un problema matemático correctamente será el interpretar correctamente una partitura musical, el saber relacionarse bien con los demás o el conocerse bien a si mismo.
Esta supremacía de los saberes académicos o científicos respecto a otros que se entiende son parte de “la sabiduría popular” se puede comprobar con sencillos ejemplos más o menos frecuentes en nuestra sociedad: es común pensar que los empresarios, arquitectos, médicos y demás personas con éxito profesional en ocupaciones bien valoradas socialmente son gente inteligente, sin embargo no solemos pensar lo mismo de un carpintero con gran habilidad para trabajar la madera. Tampoco es usual pensar que una gran campeona de atletismo es una persona inteligente por muy bien que practique su disciplina, domine a sus rivales y sepa aprovechar sus propias características; más bien se pensará que sus aptitudes son puramente físicas y, desde luego, para nada relacionadas con la inteligencia.
La inteligencia emocional, cuya teoría fue inicialmente formulada por Salovey y Mayer y luego desarrollada posteriormente por Goleman contradice esta arraigada creencia de que hay unas inteligencias más importantes o superiores a otras. Cada persona posee más o menos aptitudes para distintas facetas o campos y, además, estás son mejorables mediante aprendizaje. En la misma línea se expresa José Antonio Marina al definir la inteligencia como una herramienta cuyo principal objetivo es la búsqueda de la felicidad. Visto así el asunto, saber resolver una ecuación matemática está muy bien pero resulta poco importante si lo comparamos con la posibilidad de poder entenderse a uno mismo. Con ello no quiero decir, que no esté bien aprender matemáticas, todo lo contrario; sino que debiéramos cuidar esas otras inteligencias que no salen en los expedientes académicos pero que resultan cruciales a la hora de afrontar con éxito los problemas de la vida. Esto es lo que llamamos inteligencia emocional: la capacidad de ir por la vida sabiendo bien quiénes somos. Para ello, se necesita autoconocimiento, capacidad de autobservación, empatía, asertividad, congruencia, etc.
Esperamos, que en lo expuesto hasta ahora haya quedado claro en qué consiste la inteligencia emocional.
Texto extraído de mi libro "Inteligencia Emocional. Guía pedagógica". Editorial Gesfomedia.

viernes, 23 de julio de 2010

LA AUTOIMAGEN Y LA IMAGEN DE LOS OTROS

Esta entrada está basada en un artículo en el que colaboré para la revista COSMOPOLITAN con la temática "La influencia que tiene la imagen que de nosotros mismos nos ofrecen los demás para construir nuestra propia personalidad".

Contiene ideas sobre este tema tan importante y complejo que nos plantea algunas preguntas muy interesantes: ¿En qué medida influyen los demás en mi propia personalidad?, ¿Somos autosuficientes para construir una personalidad madura? o ¿Somos los mejores observadores de nosotros mismos?.

Al ser un tema tan amplio el artículo es solo un breve esbozo de todas estas ideas. Espero que resulte de vuestro interés.

1) A veces nos sorprendemos escuchando frases acerca de nosotros mismos que creemos que no encajan del todo con cómo pensamos que somos. ¿Es posible que nuestro entorno más cercano pueda conocernos mejor que nosotros mismos o que pasemos por alto detalles de nuestra personalidad que para otros son evidentes?

Diríamos que la visión que los demás tienen de nosotros es un arma de doble filo. A veces las personas que nos conocen bien pero que no están en nuestra piel pueden darnos datos que nos ayuden a conocernos mejor, a tomar conciencia de aspectos y comportamientos positivos y negativos de los cuales no solemos darnos cuenta. Sin embargo, en otras ocasiones nos ofrecen visiones poco realistas, bien estereotipadas, enteramente negativas o idealizadas hasta el extremo, con lo cual no nos dan información real que nos pueda ayudar a crecer, mejorar o cambiar. Estos es típico en las familias y en la pareja. Comentarios como: “es que tú siempre...”, “nuca me escuchas...”, “tienes el mismo carácter de tu madre”, etc le cuelgan una etiqueta a la persona y le impiden ser vista tal como es.

2) ¿Es posible que la distancia de otra persona que nos ve en conjunto ofrezca una imagen más real y completa de cómo somos en realidad?

Es indudable que somos seres sociales y que esa vida social nos ayuda en la construcción de nuestra identidad. Muchas veces no nos vemos tal y como somos y cómo actuamos. Si contamos a nuestro alrededor con personas que nos hablen con sinceridad podremos ser conscientes en mayor medida de cómo somos y de la imagen que proyectamos hacia el exterior. Ese feedback o retroalimentación es muy valioso para aprender a conocernos y poder accionar los mecanismos de cambio necesarios. No es que los otros nos conozcan mejor que nosotros mismos sino que puedan ver partes que nosotros no somos capaz de ver o que vemos de una manera distorsionada.

3) ¿Qué actos inconscientes pueden indicarnos cómo somos realmente? ¿Quizás la forma de reaccionar ante una emergencia, lo que hacemos después de enfadarnos con alguien, cómo nos comportamos ante los desconocidos...?

Mucha veces tenemos comportamientos que nos sorprenden a nosotros mismos: “¿cómo fue que me enfadé tanto?”, “¿cómo pude haber dicho eso?”, “¿qué es lo que hay en esa persona que me hace ponerme tan nervioso cuando estoy con ella?”... Todos estos comportamientos tienen una motivación, una razón de ser que los explica pero que en muchas ocasiones desconocemos porque permanece oculta fuera de nuestra consciencia. Normalmente son cosas que nos ocultamos a nosotros mismos utilizando los llamados “mecanismos de defensa” que tiene la función de mantener una autoimagen que sea aceptable para nosotros mismos en función de nuestros valores, creencias, actitudes, etc. Cuando algún sentimiento, pensamiento o comportamiento no nos encaja con esta autoimagen nos resulta difícil de asimilar que eso sea una parte nuestra, por ello con frecuencia la negamos. Sin embargo hay que trabajar por hacer una imagen de nosotros mismos más flexible, menos estereotipada en la que puedan aceptarse cosas no tan buenas de uno mismo.

4) ¿Es posible que en ocasiones tengamos una idea tan clara de lo que queremos llegar a ser que descuidemos otras opciones?

Esta pregunta va muy relacionada con la anterior. Normalmente funcionamos mucho con el “quiero ser” (deseos) y el “tengo que ser” (obligaciones) y nos olvidamos de nuestra realidad, de quiénes somos realmente. Nos creamos una imagen poco objetiva de lo que somos y de cómo deberíamos ser y por ello no funcionamos en armonía con nuestro propio organismo, lo forzamos a ser de una manera que no se ajusta a sus necesidades o tendencias naturales.

Valentín Lacalle Pedreira
Psicoterapeuta y psicopedagogo.

sábado, 17 de julio de 2010

BIENVENIDA

Esta primera entrada en el blog me sirve como saludo y presentación de la página web.

La idea es utilizar este blog para tratar temas relacionados con la psicoterapia desde el punto de vista de la teoría, la práctica profesional y el del cliente. También abordaremos temas relacionados con la educación, la psicología del trabajo y la formación.

La psicología es una ciencia muy desconocida para la mayor parte de las personas. Muchas veces se la mira desde la desconfianza, negándosele su valor, su utilidad y su importancia en la sociedad actual. Con esta página y este blog pretendemos difundir esta disciplina acercándola en lo posible un poco más a la gente.

El día en el que ir al psicólogo se asuma con la misma naturalidad que el ir al oftalmólogo o al traumatólogo estaremos en camino hacia una sociedad más madura emocionalmente en la que se asume que la salud del espíritu es tan importante, y está directamente relacionada, con la salud del cuerpo. Cuando dejemos de pensar que acudir a buscar ayuda a un profesional de la psicología es sinónimo de debilidad habremos avanzado un gran trecho.

¿Acaso alguien nos educa en las emociones cuando somos pequeños? ¿Alguien nos dice cómo gestionar nuestros estados internos? Quizás muchas personas sí hayan tenido esa suerte, pero hay una gran parte que no ha sido tan afortunada y padece luego las consecuencias en su vida personal, profesional o de pareja.

Por ello, la psicoterapia se puede entender como una reeducación emocional. Pero una reeducación que es realizada por la propia persona, al ritmo y en los aspectos en los que lo necesita, con el acompañamiento de la persona del psicoterapeuta que está ahí siempre para señalarle los conflictos y bloqueos ayudándole a enfrentarlos.

En mi experiencia muchas personas han llegado a mí con muy pocas expectativas respecto a la psicoterapia y han acabado enormemente sorprendidas de los resultados positivos que han obtenido. Otras quizás no lo han conseguido en la medida en que esperaban. Aquí hay muchos factores en juego que pueden influir: el terapeuta y su forma de trabajo, el grado de implicación de la persona, el tipo de vínculo que establezcan terapeuta y cliente, etc.

De todos modos, en mi opinión es una experiencia que merece la pena ya que lo que está en juego es nuestro bienestar emocional y, ¿hay algo más importante que esto en la vida?

Con esta pregunta me despido por hoy.

Un saludo cordial en esta primera entrada del blog,

Valentín Lacalle